🤖 Pablo Iglesias me seguía en Twitter y todavía no sé por qué. Y otras cosas de redes.
Hubo un tiempo en el que yo, como toda alma pecadora e ingenua, cayó en las garras del pajarito azul, mutado más tarde, por la gracia divina de San Ellon, en el ya oscuro dominio de la X. Este se alza triunfante como nuevo símbolo del poder manifiesto de los pequeños hombres blancos con problemas de autoestima y carencias psicológicas. Esa nueva era en la que hemos entrado con regocijo indisimulado y vergonzoso a partes desiguales y en la que los de siempre lo seguirán pasando peor.
Pero más allá de este relato manifiesto por el que me pierdo en elucubraciones del presente parduzco en el que nos sumergimos, hoy escribo sobre el pasado, para inaugurar esta, mi sección, como nuevo heterónimo fugaz y volátil de este pequeño cuaderno de filosofías de ficción posibles que a nadie importan. Mi cometido será tratar de construir, desde la palabra humana, Tentativas Contra Algorítmicas. Una suerte de lucha encarnizada y desigual contra las bestias de las profundidades abisales, que se prevé, empresa suicida y perdida de antemano. Pero como por aquí somos de espíritu puñetero, pues haremos un poco eso, la puñeta.
Y nada mejor para blandir la espada deformadora de los preciados algoritmos, que formulando divagaciones propias del algoritmo natural que implica el pensamiento y su reproducción a través del siniestro sistema de teclear letras sobre un ruidoso teclado mecánico. Y tal y como prometía el título de este fragmento textual, efectivamente Pablo Iglesias, que en su día emergió de entre la turba del algoritmo azul, me seguía en Twitter.
Se erguía con solemnidad, como azote del poder y la casta, con una locuacidad y prestancia dignas de elogios. Me cuentan, que sigue afanado en su empeño banal entre las ruinas de las tierras digitales que le vieron nacer, dispuesto a enfrentarse al mal de Morgul junto a un pequeño grupo de resistentes, hasta buscar un fin épico y digno de ser novelado. Bueno, para ser exactos, no me seguía a mí, que soy solo un pequeño experimento literario, ustedes ya me entienden, pero sí a mi padre narrativo.
La verdad es que sigo sin saber qué motivos le impulsaron a seguir mi cuenta en aquellos tiempos, dado que yo no era ninguna estrella mediática o poética, más bien, un discreto docente que escribía sobre arte, literatura y educación y subía algunas fotos y pinturas de vez en cuando. En eso no hay mucho cambio. Pero lo cierto es que lo hizo hasta el final, hasta el día en que decidí huir de la ciénaga, con los pies manchados y tratando de no mirar atrás. Yo me marché, y él se quedó para hacer el trabajo sucio que nadie quiere hacer y, probablemente, porque le encanta, seamos sinceros.
En mis sueños más ocultos, imaginaba un día en que el entonces vicepresidente del gobierno, veía mis tuits en los que construía poéticas fragmentadas con textos, o en los que subía fotografías analógicas que a él le calmaban en sus feroces luchas y le permitían un momento de paz, a través de mis apacibles paisajes del mar. También imaginaba cómo se descargaba alguna de mis acuarelas y la observaba a la luz de la luna tratando de navegar por un mundo poético que le salvara del salvaje campo de batalla en el que lidiaba cada día. Y ello me reconfortaba y me daba motivos para seguir existiendo en aquel oscuro mundo en el que todos los inocentes pajaritos azules extendían sus excrementos dejados caer ya sin control y activados por algún tipo de laxante. Claro, todos sabemos cuál era el laxante, nuestro maravilloso archienemigo, nuestra némesis, el Algoritmo Divino, el Ángel Caído del Reino de los Códigos.
Ahora llegan nuevos tiempos digitales y nuevos océanos azules sobre los que parece que nos impulsan a navegar. Algunos menos valientes se marcharon, dejando solo a Pablo en su encarnizada lucha sin control. La llamada segunda migración masiva, coincide con la gran extinción que nuestra indeformable ansia devoradora de recursos provoca en el planeta. No traten de buscar relaciones en un mundo dominado por mi némesis. Nos incitan ahora a navegar a lomos de una frágil mariposa, que vuelve a ser azul, como ese cielo que se cierne gris sobre nuestras cabezas. ¿Qué les vamos a contar a estas alturas?
El nuevo paraíso es un cielo azul hermoso que nos sigue distrayendo, de mirar por la ventana, o de salir a la calle para hacer fotos, que es mi forma de escribir con luz, y que es lo que me pide el cuerpo ahora. Solo me siento a ratos, a pintar con palabras, y en otros, a leer lo que escribís en mi plácido sofá, que me dais vida también, escribidoras y escribidores varios.
Pero navegar a lomos de una mariposa, aunque suene profundamente romántico, no parece un medio muy seguro con el que volar por un cielo azul, y más un cielo infectado de CO₂, literal y metafóricamente. Y si las mariposas viajan a lomos de un algoritmo, quizá se trate de mariposas más sofisticadas y menos frágiles de lo que parecen.
Yo, como enemigo declarado del código algorítmico y escribidor de códigos antibinarios, sueño por las noches en un cielo azul plagado de enemigos dispuestos de nuevo a excrementar sobre nuestras cabezas. Pero esta vez, más allá de inocentes o malvados tuits, nos caen enormes bombas del cielo que destruyen toda existencia presente. Entonces me despierto, recuerdo quién soy, que sigo todavía vivo, a pesar de que Pablo ya no lee mis tuits. Aunque en el fondo sé que era un amor no correspondido y solo me seguía por las apariencias, por aquello de estar cerca del pueblo, pero dejadme al menos soñar.
Miro a mi alrededor, os leo a vosotras y vosotros, mis queridos y queridas habitantes del Fediverso. Y recuerdo que es imposible acabar con lo que ya se extinguió hace miles de años. Y ahora avanzo cabalgando a lomos de un milenario Mastodonte extinto, esperando la nueva extinción definitiva y pensando en Pablo y sus amigos que siguen en la lucha, más valientes que yo, siempre a la vanguardia. A pesar de mi cobardía y de soñar con míticos mundos perdidos en los que nos movemos sobre lomos de gigantes que caminan muy despacio, que van abriendo sendas seguras entre selvas azotadas por la crisis climática, y donde mi archienemigo algorítmico no tiene lugar donde agarrarse.
Suerte, Pablo. Suerte también a los tuyos caminando en la oscuridad de las aspas alzadas de Musk. Igual fortuna les deseo a los migrantes que recaban en el cielo azul. Estoy seguro de que, por las noches, sueñan ser frágiles mariposas cuyo aleteo sea capaz de generar un caos en la otra parte del mundo, como cuenta la leyenda y reafirma el método científico, o puede que no. Pero yo, apóstol máximo del antibinenarismo, al único caos al que aspiro es al que nutre al pensamiento artístico. Nos leemos a lomos de animales extintos pero sin miedo a desplazarse entre mariposas de vez en cuando. Siempre vuestro.
Santiago Rausell Cabezas. Apóstol del código antibinario y azote extremo de todo algoritmo vivo o por nacer.
#SantiagoRausell #TentativasContraAlgorítmicas
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© Ricard Ramon